Producto
de el acto de inventariar en la Biblioteca Manuela Sáenz tropecé con un compendio de anuarios,
en su pag 54 halle una casualidad de discurso escrito que pongo a la
disposición de nuestros lectores para que juzguen con el ojo de la historia si
los soldados de ayer, los de Carabobo, son los mismos de hoy y los mismos de
siempre.
El Ejército venezolano: Heredero legitimo de una tradición
gloriosa
Hay realizaciones en la historia de las naciones que
merecen ser anotadas con letras de oro en el libro de la vida; la carga de una
Guardia Francesa por sobre una fosa rellena con cuerpos de compañeros con
empeño suicida de recuperar un combate
perdido en Waterloo. El arrogante epitafio de las Termópilas; “Ciudadano que
pasas anda a decirle a Esparta que aquí yacemos por obedecer sus leyes”. La
negativa llena de orgullo del Jefe galo vencido de adorar el Aguila Romana.
En nuestra historia patria tenemos ejemplos no menos
merecedores: La impasible carga de la Legión Británica movida por la voz de
Farriar, hasta verse reducida al mínimo, siempre avanzando. El comentario que
la leyenda pone en boca de Negro Primero antes del combate; “ Aquí nos sembraremos compañeros, aquí nos
sembraremos y que nazca una patria como un sueño”.
Un pueblo que unido se lanza buscar libertad como valor
supremo a conciencia de que en el empeño le va la vida es murmullo aterrador al
oído de la infamia, la opresión y la injusticia que debe hacerse vinculo de
unión, motivo de inspiración constante para los más nobles quehaceres de este
pueblo.
Para tener conocimiento de la amplia identificación
existente entre nuestro ciudadano común, el venezolano corriente, y el soldado
que hay más que volver los ojos a nuestro pasado.
Desde el inicio de nuestra gesta emancipadora quienes
integraron los Ejércitos Libertadores eran de extracción eminentemente popular.
Las mismas condiciones que caracterizaron el movimiento
contra España fueron los que determinaron la integración de las huestes
patrióticas; fueron los negros, los mestizos, los indios quienes sintieron con mayor
fuerza el yugo de la conquista y la colonia.
La historia nos narra la composición de los primeros
Ejércitos Venezolanos; en las partes que inicialmente eran enviados al rey se
notaba el menosprecio que sentían generales del bando realista por los nuestros;
soldados descalzos, llaneros con el
torso desnudo, el estribo entre los dedos de los pies, rienda entre los dientes
y lanza en ambas manos; “Bandoleros mandados por Bolívar”.
Aun así nuestro pueblo escribió la epopeya más grande que
puede conocer la historia de las naciones, siguiendo los genios Guerreros de la
independencia, que supieron encender y mantener viva en ellos la llama del amor
a la patria, y de lucha por los más nobles propósitos de libertad. Nuestro
ejército desbordo los límites de la
nación llevando sus sentimientos, su lucha a pueblos hermanos del continente.
Posteriormente, los mismos hechos obligaron a los
Comandantes realistas a cambiar su menosprecio por respetuoso temor, los
calificativos despectivos con que inicialmente hicieron referencia nuestros
soldados y sus jefes se tornaron en los estilados de la época a quienes combatía
de tú a tú. Tal puede fácilmente desprenderse en los partes de La Torre y de
otros jefes.
En nuestras guerras internas se repiten las escenas
heroicas; el honor del soldado. Su espíritu de gigantesco pero doloroso en
guerras fratricidas “La Guerra federal” y toda una serie de de acciones no menos sangrientas nunca
exentas de heroísmo pero por su objeto su fin, muchas veces escritas a vuelo de
pájaro en las páginas de nuestra historia gloriosa
Tampoco en el presente ha variado la dirección de la fuerza
que nutre nuestro Ejército; sigue siendo el pueblo en su más pura expresión la vertiente donde
toma vida. No podría ser mas diciente la letra de nuestro himno “Nuestra Savia
es la Sangre del Pueblo, pueblo que es campesino de Chachopo o de Jají que es
Guagino Cerrero o granujilla de Barrio. Siempre con la misma capacidad de
entrega, la misma nobleza susceptible de cambiar sus herramientas de trabajo
por las armas presto a seguir a un jefe hasta la muerte, a sentir en los más
profundo de sus huesos una trompeta llamando a combate o el redoble del tambor
guerrero.
Nuestro pueblo tiene
fibra profunda de soldado.
Conociendo lo anterior no hay tarea imposible con una
disciplina militar, método, vigilancia y labor constante de transformar en
soldado autentico el recluta que es enviado trimestralmente es enviado a
nuestros cuárteles.
Existe muy generalmente un criterio erróneo que nuestro
ejército es una especie de cárcel correctiva lo que llamaría el Quijote
“enderezador de entuertos”, nada más erróneo ya que la laboriosa formación de un combatiente de nuestros días
con todos los factores que esto incluye se
ve gravemente afectada por individuos con tendencias, costumbres o conductas
erróneas, producto de irresponsabilidad paterna o mala formación de hogar.
La formación del combatiente venezolano se ajusta a una
escala de valores, para muchos olvidadas el bien PATRIA y LA VIRTUD y SACRIFICIO colocados en el más alto nivel
dentro de esta escala. Se trata de disciplinarlo, de crear en el soldado el
sentido de pertenencia, de solidaridad dentro de una agrupación y preparación
adecuada para el cumplimiento de su misión en la guerra.
Hoy, a ciento cincuenta y nueve años de la batalla que nos
libro del yugo español, Nuestro soldado aunque mejor preparado, mas equipado,
sigue siendo el pueblo hecho soldado, que rindió su tributo de sangre en
aquella jornada memorable. La sabia frase de Bolívar: “El Ejercito es el pueblo en Armas”…Parece tener resonancia con ecos
de eternidad.
TTE (EJ.) FRANCISCO
ARIAS CARDENAS.
Pag54.
C:A:R:O transcripción 2014
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