Con la intención
de reseñar una de las últimas obras
incorporadas a la Biblioteca Manuela Sáenz sobre
la vida y obra del “héroe de la santidad” San
Benito, tomamos del prefacio (desde donde se habla primero y se presentan las cosas) la recomendación de por qué
debemos hacer: “…La lectura de este libro nos permitirá encontrar en la figura
de San Benito los ejemplos y estímulos para mejorar nuestra vida cristiana y,
¿Por qué no?, para también nosotros alcanzar la santidad. En efecto en la vida
de muchos santos, descubrimos que cualquier persona puede, con la ayudad de
Dios y de su buena voluntad, alcanzar las metas que ellos alcanzaron. …” más
adelante prosigue ; “ … al leer este
libro que se nos ofrece para nuestro crecimiento interior y la imitación de San
Benito de Palermo, ciertamente encontramos en la vida de este humilde y Santo
Fraile franciscano, la figura de un hombre cargado de muchas pruebas que
hicieron de él un santo, es decir una persona a imitar…” (palabras de Roberto Lucker león Arzobispo de
Coro- prefacio).
Hoy al ritmo del
chimbanglés, con ron y aguardiente ofrecido al santo negro,
bajo la organización y el grito del Capitán de lenguas, con las banderas en
alto en las manos de los vasallos y cargando al Santo Héroe protector de los
pueblos del Sur del Lago como si fuera en una canoa en las manos. Protegidos
por los restos de piel que se conservan como reliquia en la catedral de Cabimas
y acobijados por los que conformaron un culto que nació bajo las cadenas, y con
la llegada de nuestros mayores en su mayoría del Congo en 1570 como Mandingos y
de Angola, hacemos las voces de guerra
de ser “libres e independientes” en
el presente gritamos: ¡Ajé! San Benito, ¡Ajé!
¡Ajé! San Benito ¡Ajé!, agradecidos de vivir
en un país como la República Bolivariana de Venezuela y su mayor recurso: su
gente. Independencia o nada.
En homenaje a Eduardo del Carmen Ochoa Freites (♱ 1962)
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